Me encuentro en el jardín de mi casa, lugar en el que reposo la fatiga de mis cansados años de vida. Ahora estoy observando las hermosas nubes, que con su blancura deslumbrante, forman figuras enigmáticas que inspiran a recogimiento espiritual, y gran reverencia a la obra divina. Mi éxtasis se interrumpe al recordar un misterioso episodio de mi juventud.
Desde muy chico, siempre tuve pensamientos muy fantásticos; quería saber hasta dónde termina el universo; si hay gente en otros planetas; si de veras existe la gloria y el infierno, y muchas cosas raras que imaginaba mi tierna inteligencia de niño.
Así mantuve estas inquietudes y pasé mi adolescencia, pero sin descuidar mis obligaciones de estudiante y labores propias de la juventud. Ya siendo joven maduro creció mi preocupación por investigar el misterio de la vida, fue tanta mi obsesión que me sentía desesperado. Y una noche, al no poder conciliar el sueño, me paré de la cama y vine al balcón de mi recámara que queda éste, frente a un jardín, lugar en donde obtuve un sublime contacto espiritual.
Fue algo que recuerdo con gran emoción: la luna brillaba con su más encantadora belleza, reflejando su luz en los pétalos de algunas flores; el aire era tan fresco que me incitó a hacer algunas respiraciones profundas; dentro de la satisfacción de llenar mis pulmones de aire puro, mi olfato percibió un aroma indescriptible, que no se obtiene en el más excelente de los perfumes. De momento, sentí desfallecer y a la vez como flotar en el aire. Ante mi vista atónita, apareció una hermosa mujer de una exquisita belleza angelical, que, dirigiéndose a mí, me dijo en un tono de voz tan dulce, que hizo palpitar mi corazón con gran fuerza:
“Yo soy la "Naturaleza", esencia y fuerza de todo lo que existe, soy el "misterio de la vida" que tú con tanto empeño buscas; si quieres conocerme, necesitas viajar y recorrer el mundo visitando los países, y observando a la gente y sus costumbres; saber lo que hacen y piensan los hombres, las mujeres, los niños y los ancianos. Y sobre todo, observar la vida y desarrollo de los animales y vegetales, esa es la única forma que te hará conocer el misterio de la vida. Voy a concederte un poder para que logres satisfacer tu deseo. Todas las noches, a la hora que te dispongas a dormir, invócame diciendo: "misterio de la vida, ven a mí", yo te trasladaré instantáneamente a cualquier ciudad del mundo, que hayas elegido para aprender sus costumbres. Sólo te hago una gran advertencia, únicamente podrás utilizar esta facultad, para conocer a la gente y lugares que visites. No pretendas burlar mis indicaciones porque recibirás un fuerte castigo.”
Fue tan potente el efecto de sus palabras, que no dudé de ellas, y a la siguiente noche, pensando en España y haciendo la invocación indicada por tan divina dama, al percibir su delicioso perfume, salí al jardín como sonámbulo, y sin cerrar los ojos, empecé a elevarme hacia el cielo a una altura considerable, y volé sobre la ciudad a una velocidad asombrosa, pasando sobre valles, poblados y montañas y cruzando el océano Atlántico, llegué de día a España. Sólo conservaba los sentidos de la vista, el oído y el olfato; no tenía cansancio, ni frío ni ninguna sensación molesta. Me deleité paseando entre la gente sin que ellos me vieran y estudiando todos sus movimientos. Tan pronto estaba en un lugar como en otro, entré a los templos, bibliotecas, cárceles, sitios de diversión, edificios y casas de lujo; llegué a barrios de la gente más pobre y humilde; conocí la riqueza y la pobreza en todas las formas; la vanidad, la maldad, todo pecado; pero también, la bondad, el amor, la caridad y en fin, en las horas que dispuse para deambular por la ciudad, me bastó para conocer y estudiar todo lo que quería; y, en la misma forma que llegué a España, en la misma regresé cuando ya era hora de amanecer. Entré a mi recámara y aún sin haber dormido me sentí bien; para nada perdí la conciencia y recordé perfectamente mi aventura, con la seguridad de que no había soñado todo lo que vi y oí en esa ciudad europea. Después de un reconfortante baño, realicé todas las labores normales de mi vida cotidiana.
La siguiente noche, hice el mismo ritual anterior y en la misma forma, volé y me fui a recorrer ciudades, comprendí perfectamente cualquier idioma que oyera, como si en mi mente tuviera a un traductor. Y así, en la misma forma, sucedió en la tercera y cuarta, y todas las demás noches de mi ruta trazada. Fui a Francia, París, Italia, Rusia, Japón, China y muchas ciudades y pueblos de todo el mundo. Sin cansancio por mis fantásticos vuelos, fui amontonando en mi cerebro abundantes experiencias que me dieron mucha sabiduría, y comprendí los sufrimientos y gozos de la humanidad.
Cuando el hombre se cree superior a los demás, porque ha triunfado en alguna empresa, aparecen en él la soberbia, la falta de prudencia y humildad. Así me pasó a mí, y se me despertó una ilusión desmedida, pensé que aprovechando mi forma tan fácil de volar, podría lanzarme al espacio sideral para conocer hasta dónde termina el universo; así que, al llegar la última noche para viajar, de acuerdo a la indicación de mi hada madrina, después de efectuar los ritos acostumbrados, comencé a elevarme y subí, subí y subí, y seguí volando a la velocidad del pensamiento, entre miles y miles de estrellas de nuestra galaxia; en la misma forma me fui acercando a otras enormes nebulosas, pero al ir llegando a ellas, se iban achicando ante mi vista, como si yo fuera un enorme gigante; así fui cruzando el universo, pero no llegaba a su fin, hasta que distinguí un hoyo negro, al acercarme para pasar por él, sentí una descarga eléctrica que me privó del conocimiento, y no supe más de mí, hasta que a gritos por un ataque de nervios y ardiendo en calentura, desperté sobre mi cama. Fui auxiliado por mi madre y mis hermanas que vivían conmigo, y poco a poco fui entrando en calma, pero con una confusión tremenda en mis pensamientos.
Empecé a platicar mis aventuras, diciendo que yo ya sabía el misterio de la vida, y que conocía a la gente de todo el mundo, y que había convivido con ellos; también sabía hasta dónde termina el universo. Lo decía con tanto énfasis y acaloramiento, que mi familia me apartó de toda actividad, y no me dejaron salir de la casa; por lo que, permanecí encerrado en mi recámara, con los cuidados que se da a una persona demente.
Yo sabía que no estaba loco, por lo que me puse a reflexionar en los motivos que originaron esta situación, y encontré la solución: llamar a la dama que decía ser "La Naturaleza" y esencia de la vida. Llegó la noche y salí al balcón, para invocar a esa deidad que me hizo tanto bien y que ahora me castigaba tan severamente. Hice el mismo llamado que se me indicó y con igual devoción que las noches pasadas: "misterio de la vida, ven a mí"; esperé, pero sin ningún resultado; insistí noche tras noche y no recibí respuesta. Estaba muy triste, pero prudentemente y con humildad, regresaba y me acostaba para dormir. Sin embargo, esta vez brinqué de alegría, al llegar a mí ese aroma exótico que embriagaba mi ser; salí corriendo al balcón, y ahí estaba esa divina mujer de aspecto angelical que me dijo: “Te he castigado porque desobedeciste mi advertencia y pecaste, por tu impertinencia, al insultar la sagrada obra de Dios que es: el Universo. Ahora, creo que debo perdonarte, porque fuiste perseverante y aprendiste mucho de la vida, que no tiene ningún misterio, porque es la obra perfecta de Dios. Saca todo el provecho de las experiencias que tuviste en tus viajes, medita y razona con prudencia y humildad, la realidad de la existencia de todo lo que es la obra de Dios como materia y espíritu, y entonces conocerás "el misterio de la vida". No pretendas como Adán, comer el fruto del "Árbol del bien y del mal" que se encuentra en el Paraíso Terrenal, "porque entonces morirás". Es la sentencia de Dios. Profr. Eladio Alvarado Ávila
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