Literatura y fotografía.

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miércoles, 9 de marzo de 2011

Dios y el diablo


¿Qué hacemos en este mundo? ¿Cuál es nuestra misión? ¿Cumplimos nuestro deber?
      Hay  dos fuerzas que rigen al universo, en términos generales son el bien y el mal. El bien es Dios, el mal es el diablo. Lo malo es lo que se puede acabar; bueno es lo que existe eternamente. Todo lo material es obra del mal; todo lo espiritual es obra del bien. En el cosmos están vibrando las fuerzas espirituales que no se ven porque son eternas; no se acaban nunca; no son materia; son, el verdadero Dios en esencia.
      Las nebulosas que cubren los cielos son cenizas de algo que se quemó y que como polvo flota en el espacio sideral. Las estrellas como nuestro sol, están ardiendo todavía; los planetas ya están muertos. El fuego está acabando con la materia. Nuestra tierra está podrida y nosotros somos sus gusanos. La luna ya no tiene vida, es pura ceniza y tiende a desintegrarse. Se está limpiando el cosmos, hay mucha tierra ardiendo esparcida por las inmensidades de los cielos; pero, en su evolución, tendrá que terminarse con todo lo material, para que únicamente quede todo el espíritu, diáfano, claro y transparente como el cristal.
      Nosotros somos espíritus cubiertos de materia.  Dios nos hizo a su imagen y semejanza, nos hizo de barro y nos dio poder para crecer y multiplicarnos; millones de espermatozoides por segundo está despidiendo el hombre en el mundo entero.  Dios nos dio el espíritu con el soplo de la vida. Pero el diablo, en su lucha por querer ser materia y ser eterno, está interviniendo en nuestro cuerpo, pues quiere dominar a nuestro espíritu.
      Se está quemando el Cosmos; el fuego purifica, el fuego mata lo material; el fuego da luz pero únicamente a la materia. La luz del espíritu no se ve porque no es materia, la luz del espíritu se siente en el espíritu. El mundo y nosotros que en él habitamos, estamos en evolución, pero no material como suponemos, nuestra evolución es para terminar con la materia; lo material es una fuerza diabólica que como todo lo  que es atacado, tiende a defenderse. Nuestro progreso material es aparente, el hombre antes  vivía cientos de años, ahora ya no. Antes había dinosaurios y gigantes, ahora ya no los hay. Lo brusco va haciéndose más sutil, la materia desaparecerá para que solo quede el espíritu.  El espíritu llega a las tinieblas de la vida y ocupa la materia que es la obra de Dios. El cuerpo crece y el hombre empieza a aprender a ser malo; y entre nosotros mismos todos nos odiamos, pero odiando a la materia que es la que nos ha servido para hacernos malos; nuestro espíritu se esconde y, derrotado, sólo espera que termine la batalla. La muerte de nuestro cuerpo nos sacará de esta pesadilla que nosotros llamamos vida. Pero el diablo, nos hace temerle a la muerte, por ser la liberación de nuestro espíritu y el fin de nuestra materia.
      El triunfo de Dios es que el propio espíritu domine a la materia. Morir materialmente, es volver a la vida espiritual. Estamos muriendo a medias todas las noches. El día es el poder de la vida material; la noche, es el  poder de la vida espiritual. El Dios del bien y el mal del diablo, son dos fuerzas poderosas que sólo son grandes porque existen las dos; la una sin la otra sería el caos. No puede haber luz en donde no hay tinieblas. La materia, ahora, ataca al espíritu, pero el espíritu triunfará porque la materia morirá.
                                                  Prof.. Eladio Alvarado Ávila 

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