Queridas Manos:
Me dirijo a ustedes en una forma tan fuera de lo común, que a muchos pareceré un hombre fuera de mis cabales. Pero, ¿en qué forma puedo agradecerles todo lo que han hecho por mí? ¿En qué forma puedo darles el valor que se merecen? ¿Cómo puedo demostrarles mi gratitud al servicio que me han prestado desde que nací? Sin ustedes, yo seria casi nada, y no tendría objeto mi existencia, sobre la tierra. Desde que nací, ustedes han protegido mi cuerpo en todas formas. Han mitigado mis dolencias, con las yemas y las uñas de sus dedos. Ustedes me han alimentado llevando la comida a mi boca para hacerme subsistir; ustedes bañan mi cuerpo y se asean para darme de comer. Ustedes son las únicas que conocen todo mi cuerpo, y sin protestas, obedecen todos mis deseos. Me ayudan a estudiar y a hacer deporte; y día tras día sin descanso, trabajan y trabajan; y, todo lo hacen por mi.
Si estoy triste y lloro, ustedes enjugan mis lágrimas; y si estoy alegre, ustedes se pegan una a otra para aplaudir y satisfacer mi contento. Si alguien me quiere agredir, ustedes me defienden furiosamente. Cuando estoy conversando con alguien, me ayudan con ademanes a expresar mi idea. Así es en todo, ustedes constantemente y durante todo el día, se están moviendo para darme la satisfacción de sentir que soy un hombre que vale; y, al final de cada día, noche tras noche, me ayudan a orar, y cruzando sus dedos, persignan mi cuerpo para entregarme junto con ustedes al reposo diario, pero, sin dejar de seguirme cuidando.
Mucho, mucho ha sido lo que ustedes han hecho por mí; y, ¿cómo no les voy a estar agradecido, si únicamente dejarán de trabajar cuando mi espíritu las deje, al separarme de este .mundo?
Gracias, manos mías, y ojalá que esta carta que hoy dirijo a ustedes, sirva para hacer reflexionar a mis lectores, que si el ser humano tuviera la misma armonía, que ustedes tienen para coordinarse en el trabajo; si se dieran cuenta que en ustedes no existe el egoísmo, sino, tanto la izquierda como la derecha, sin tomar en cuenta lo débil o lo fuerte de cada una, las dos se ayudan mutuamente poniendo todo lo que está de su parte. Si, así nos tratáramos todos los humanos, tomando el ejemplo de ustedes, otro seria el mundo.
Dios, que modeló al hombre con las yemas de sus dedos, estaría satisfecho de la obra que Él hizo con sus propias y benditas manos.
Prof.. Eladio Alvarado Ávila
No hay comentarios:
Publicar un comentario