Te voy a contar el cuento que el tiempo ha convertido en una historia.
Había una vez un Rey que tenía muchos poderes; entonces, pensó en hacer algo que lo hiciera inmortal a través de todos los tiempos de los tiempos. Pensó y pensó, y después de mucho pensarlo, inventó la INTELIGENCIA.
Pues bien, la inteligencia, vagaba por el espacio sideral; pero, viendo él que todos ignoraban su existencia, muy preocupado se preguntaba: ¿qué haré para que mi INTELIGENCIA sea conocida? Y un día, jugando con el lodo del camino, hizo un pequeño muñeco, y le puso ojos, y le puso boca, y le puso manos y pies... y le puso todo. Entonces dijo: mucho se parece a mí, en él depositaré mi INTELIGENCIA.
Lo levantó entre sus manos, y mirando hacia la altura, dándole un soplo en la cara:, hizo que el muñeco respirara y caminara.
El juguete fue efectivo; tenía vida, y veía, y pensaba, y reía... y era muy feliz porque habiendo salido de la nada, lo era todo.
El Rey, que tenía que viajar por otros mundos, llamó a su obra perfecta y le dijo: -HOMBRE, la Tierra es tuya; ya me voy, pero tú no morirás, porque tú eres mi INTELIGENCIA.
Y el hombre pensó, y dijo: -Señor, muy feliz soy estando aquí a tu lado, pero, no me abandones, pues la soledad me matará y regresaré a la nada.
-No será así, -dijo el Rey- y ya que tú lo deseas, vivirás acompañado. Entonces el Rey, que tanto poder tenía, modeló con igual perfección, pero dándole más cualidades espirituales, una pequeña muñeca; y le dijo al Hombre: -Comparte mi INTELIGENCIA con este duplicado que he sacado de ti mismo. Vivan. Y coman de todos los frutos de la vida, pero respeten el fruto de la sabiduría que yo les daré cuando regrese. No te olvides de mí, pues pronto volveré a tu lado.
Y tú, MUJER, -le dijo a su otro frágil juguete- cuida al Hombre; virtudes dejo en tu SER, ten fe, espera y protege; sé prudente, justa, fuerte y templada. Ten estas virtudes, pero más que nada ama... AMA al hombre. Y entonces, el Rey partió muy triste, pues dejaba parte de su Ser en sus dos hijos, la obra perfecta en la que él había depositado su GRAN INTELIGENCIA.
Los dos vivieron muy felices, pero pronto el Hombre se aburrió por la rutina de la vida y olvidándose de las palabras de su Padre, un día pensó: el Rey me dejó su INTELIGENCIA, yo puedo ser como Él, sacaré de las entrañas de mi Mujer, más hombres y poblaré la Tierra y haré que todos me obedezcan, pues yo soy el dueño del mundo.
Se dirigió a la MUJER quien estaba sentada al pie de un frondoso Manzano. Ella, guardaba entre su pecho y sus piernas, varias jugosas y coloradas manzanas que, al acercársele él, le ofreció para comerlas. El hombre, mañosamente, jadeante y jugando con brusquedad, extrajo de entre los frutos y carnes de la mujer, la suficiente materia para poder modelar al primer ser humano que poblaría la Tierra.
La INTELIGENCIA del hombre, había logrado hacer muñequitos de la carne de su carne; quienes, teniendo las mismas características, crecerían y se multiplicarían para recorrer por el mundo. ¡Pobre MUÑECO DE BARRO! Se sintió superior al Rey y brotaron en él los pecados capitales: la codicia, la envidia, la lujuria, la soberbia, la gula, la cólera y la avaricia. El Don supremo que el Rey legó al hombre: LA INTELIGENCIA, acababa de ser mancillada.
Entonces la Mujer, recordando las palabras de su HACEDOR, le dijo al hombre: -Tanto tú como yo somos culpables, nos olvidamos de las virtudes que el Rey nos recomendó, y en cambio hemos adquirido los pecados. Tú, me has hecho daño; mira como sangran mis piernas; mi dolor es fuerte, pero un consuelo me queda, que esta CRIATURA es carne de mi carne, y que aún con sufrimiento, la amaré con más AMOR del amor que he dado a ti.
De pronto, el muñeco, la muñeca y el pequeño muñequito, origen de su pecado, entraron en un letargo y rodando por el suelo, sin dejar de respirar, los tres quedaron dormidos. Y así, desde ese momento, el tiempo que no existía, hizo su aparición. El sol empezó a caer y las tinieblas se hicieron. Mas, de repente, la LUZ DE LA INTELIGENCIA, se proyectó en el espacio y cintilando en las alturas, empezaron a brillar las estrellas y la luna. Ni la distancia, ni el tiempo, ni la cúpula del cielo, existían en la INTELIGENCIA DEL HOMBRE, antes del PECADO ORIGINAL.
El Rey, que lejos andaba recorriendo sus dominios, sabía, que su Muñeco de Barro, había desobedecido sus órdenes y, con sus grandes poderes, pronto regresó a la Tierra. Todo estaba en silencio, todo dormía; y entonces dijo: -SOL, vuelve a subir a las alturas y que se haga la luz; que la mañana se alegre y que las aves canten y vuelen, y que todo vuelva a la normalidad; he regresado para que me rinda cuentas mi muñequito de barro.
Y, dirigiéndose al HOMBRE, le dijo: -Despierta, y óyeme en tu conciencia, ya no podrás verme, pues tú desechaste mi presencia; no quisiste ser prudente y esperar mi retorno para que Tú y YO, por toda una eternidad, fuéramos un solo Ser; tú lo quisiste y vas a morir; pero, mi INTELIGENCIA seguirá existiendo por siempre, pues los hijos de los hijos de todos los hijos del mundo, la llevarán consigo, pero ellos, todos morirán; y, como tú, regresarán al barro del que yo formé tu cuerpo. MI INTELIGENCIA los seguirá y multiplicará su poder, pues todos tus descendientes le darán fuerza, la suficiente para que mi sabiduría sea conocida por todos los seres del orbe.
-Y tú, MUJER, que también olvidaste mis palabras, tendrás más hijos; Y las que nazcan mujeres, de acuerdo a mi voluntad, podrán también duplicarse, pero será necesario que se unan a un hombre, y que se quieran para vivir los dos juntos; que trabajen y que luchen para sobrevivir, y que alimenten y cuiden a sus críos.
El Rey, aún con mucho pesar por castigar a sus hijos, había logrado su propósito: HACER ALGO QUE LO HICIERA INMORTAL A TRAVES DE TODOS LOS TIEMPOS DE LOS TIEMPOS; inventó la INTELIGENCIA, e hizo su MUÑEQUITO DE BARRO.
El Rey entonces partió y se perdió en la lejanía, pero fue tanta su tristeza por reprender a sus hijos, que, la MADRE NATURALEZA, también sintió su dolor. El viento empezó a remolinarse; las nubes se volvieron negras y empezó a gritar el cielo y en su enojo lanzó lumbre, y a semejanza del Rey, también empezó a llorar. La lluvia fue llanto del cielo.
Pero el Rey, que en todo estaba, le habló a la Naturaleza y le dijo estas palabras: -Tú y yo somos afines; Yo soy tu fuerza como mi fuerza eres Tú. Yo quiero al HOMBRE, es mi obra, es mi MUÑECO DE BARRO. Ayúdame a darle vida; dale aire para que lata su corazón y sienta el amor; dale agua para que calme su sed y sepa llorar también; dale calor para que luche y trabaje, y dale por alimento el producto de tu tierra.
La MADRE NATURALEZA, que era el Alma del Rey, perdonó la desobediencia del Hombre y calmando su furia y su llanto, volvió la claridad del sol y un Arco de siete colores resplandeció en las alturas como símbolo de paz entre la Madre Naturaleza y el Hombre, que era la obra perfecta del Rey.
El tiempo siguió su marcha, y así la Vida su curso; y la voluntad del Rey, paso a paso se cumplió. La Tierra al fin se pobló y muchos hombres la cubrieron. Y los muñecos de barro descendientes del primero, por la voluntad del Rey, después de nacer murieron.
Todo marchaba perfecto, pero, la inteligencia del ser humano, nunca olvidó el deseo del primer hombre: LA SUPERIORIDAD. Eso era bueno, pero desgraciadamente, esa superioridad se hacía acompañar de los PECADOS CAPITALES y no de las VIRTUDES TEOLOGALES. Y entonces el Rey, ese gran Rey que tantos poderes tenía, quiso que su MUÑECO DE BARRO con su GRAN INTELIGENCIA que lo había hecho omnipotente e inmortal a través de todos los tiempos de los tiempos, llegará al final de su castigo para que, como Él lo había deseado, FUERAN UN SOLO SER POR TODA LA. ETERNIDAD.
Él había prometido que regresaría, y estaba dispuesto a hacerlo; pero antes de ello, tenía que luchar porque sólo quedaran en su muñeco de barro, las Virtudes Teologales. Por lo que, convirtiéndose en espíritu, se metió en el corazón de todos los seres del mundo. El Hombre tiene conciencia, y la conciencia es el Rey, la lucha será muy dura si los hombres de la Tierra no ponen gran interés en dominar el pecado. Pero llegará ese día en que el muñeco de barro deje de existir por siempre, para que, convertido en Espíritu puro, y por toda una eternidad, SUBA A VIVIR EN EL CIEELO.
Y así, querido lector, termina el cuento del Rey que jugando con el lodo del camino, hizo su obra perfecta, que fue su MUÑECO DE BARRO. Y colorín colorado, este cuento ha terminado, pero la historia del Rey con su Muñeco de Barro, seguirán por siempre existiendo, pues LA INTELIGENCIA los hizo inmortales, a través de todos los tiempos de los tiempos.
Prof.. Eladio Alvarado Ávila