CARTA A MI ESPOSA ARABELLA SILVA LEZAMA,
CON MOTIVO DE LOS 50 AÑOS DE CASADOS.
TE ACUERDAS, BELLITA
Fue a fines del año 1959, en el Instituto de Enseñanzas Prácticas e Idiomas, del edificio Calderón, en donde trabajé como maestro. Y, un día…
Yo estaba parado frente a un archivero, en una pequeña oficina que daba entrada a los salones de clase. Llegó el director de la escuela y me dijo: profesor, aquí le traigo a una nueva alumna. Nos dirigimos la vista tu y yo, y en ese mismo instante, sentí gran atracción por ti; te llevé al salón de clase y te presenté a las demás alumnas, dándote la primera clase de mecanografía.
Así seguiste, en unión de tus compañeras, recibiendo las clases de la carrera de Comercio que yo enseñaba.
Siguieron pasando los días, pero yo ya no hacía más que pensar en ti; y cuando salíamos de descanso a la terraza, me acercaba a ti para platicar, y poco a poco nos fuimos teniendo confianza; y en el salón de clase, tú te sentabas hasta atrás y algunas veces nos quedábamos viendo discretamente. Me encantaba tu pelo largo hasta la cintura y un fleco en la frente que te hacía más bonita.
Un día me atreví, y cuando bajábamos las escaleras al siguiente piso, en uno de los descansos te dije: “Arabella, ¿no quieres ser mi novia? yo te quiero mucho”. Tu silencio me hizo seguir insistiendo, pero yo, ya había adivinado, que algo había a mi favor. Un día, en una hoja de los ejercicios de máquina, escribiste en la última línea: “ yo también lo quiero, pero no puedo ser su novia”.
Con este ánimo mío, un día, con el pretexto de las clases de inglés, fui a buscarte a tu casa, y fue así que conocí a tu mamá y abuelita, para que se dieran cuenta que te pretendía. Siguieron pasando los días; y en uno de ellos, estando los dos solos en el pequeño salón de entrada, y teniéndonos más confianza, te dije: “te quiero dar un beso, ¿no quieres tener sabor a mí?”. (estaba de moda la canción, que aún después de 50 años, sigue siendo mi preferida como constancia de mi amor a ti).
Así, casi sin sentirlo nos hicimos novios; y tú, en los ejercicios de máquina que yo revisaba a todos los alumnos, en la última línea ponías: “te quiero, te quiero, te quiero”; en alguna otra pusiste: “te quiero mucho Lalito”, y en alguna otra más: “te quiero mucho más que tu”. (conservo esas hojas de ejercicios).
Ya siendo novios, tu abuelita me invitaba a cenar, cuando te iba a ver para platicar y así conocí a toda tu familia. Ya no podía yo vivir tranquilo sin ti. Tu abuelita no quiso que siguieras en la Academia, pero por las noches nos hablábamos por teléfono y a mi me encantaba oir tu voz. Nuestro noviazgo fue de mucha felicidad para mí, y aunque supe que tenía un rival, yo confiaba en ti. Una vez te fuiste a Tecali con tu familia, y allá te fui a seguir; lo mismo cuando fueron a El Moral, allá llegué en la “doña”, que así le decíamos a mi motocicleta. Así pasaron algunos meses; nos divertíamos en fiestas, bailando, platicando, y siempre conviviendo con tu familia. Pero, una vez, de plano te dije, primero a ti y después a doña Mere y tu mamá, que quería casarme contigo. Con algo de dificultad logré que tu aceptaras, aunque no muy de acuerdo con doña Mere y tu mamá.
Yo tenía un buen empleo en el Instituto, y me parecía de futuro. Pero, la empresa quebró unas semanas antes de la fecha fijada para nuestro casamiento; sin embargo, yo ya tenía todo preparado, y el día 31 de Julio de 1960, nos casamos y nos fuimos a Veracruz, para días después regresar a nuestro nuevo hogar.
Empezaron nuestros problemas económicos, por la quiebra de la empresa, pero se soliviaron por el gran amor que nos teníamos. Tu comprensión y tu amor a mi, mitigaban mis penas. Y luchando los dos en la Academia comercial que pusimos, fuimos solucionando, con muchos sacrificios nuestra situación. Y llegó el día en que nuestra felicidad se hizo mayor, al nacer nuestro hijo Giuseppe. Nos trajo suerte, y en la avenida Reforma 522, fundamos el Instituto Reforma, con la carrera de Comercio; progresó poco a poco, y pasando unos años, tuvimos la felicidad de ver nacer a nuestras 5 hijas.
No se puede negar que hemos sido felices al correr de los años, no obstante la gran amargura de haber perdido a dos de nuestros hijos, y de los varios problemillas baladíes, no tomados en cuenta en los hogares donde hay amor y comprensión. Y hoy, después de 50 años de matrimonio, Dios nos ha premiado, dándonos, nuestras hijas, la dicha de contar con 12 excelentes nietecitos.
Bellita, no todo es absoluta felicidad en este mundo; te pido que recuerdes los momentos en que reímos juntos, cuando nuestro corazón latía fuertemente por el amor que nos teníamos. Yo quiero que recuerdes los días, las horas y los momentos en que fuiste feliz a mi lado; y asimismo, te pido por favor, que olvides los momentos que por algún motivo te haya yo hecho enojar por alguna falta de cordura.
Bellita, Dios es testigo, que mi amor por ti ha sido siempre, desde hace ya 50 años. Y, recordando la canción “Sabor a mí”, repito sus palabras: “yo no sé si tenga amor la eternidad, pero allá tal como aquí…” en mi corazón habrá amor a ti.
Eladio Alvarado Ávila
Puebla, Pue., Julio 31 de 2009